The Evil Dead - Sam Raimi - Estados Unidos
En su reciente y magnífico ensayo sobre el cine de horror norteamericano post 11-S, 'El imperio del miedo', Antonio José Navarro define el icono de la cabaña en el bosque como 'un tortuoso paisaje interior, donde el hombre civilizado y civilizador (···) aparece como una diminuta criatura cuyo sufrimiento, enclaustrado en esa ratonera con apariencia de hogar, apenas cuenta ante la opresiva opulencia del bosque.' Tenemos que retroceder hasta 1968 para localizar el que posiblemente sea el inicio de esta figura escénica que se ha acabado convirtiendo, casi, en un subgénero dentro del cine fantástico. En 'Night of the Living Dead', George A. Romero encerraba a sus protagonistas en una casa aislada, convertida en el último bastión civilizado, y lógico, de un mundo en el que los muertos caminaban por la tierra anunciando el comienzo del Apocalipsis: el fin de un orden establecido que se iba agrietando. No es caprichoso traer a la memoria la seminal ópera prima de Romero para hablar de la no menos influyente primera película de Sam Raimi cuya desprejuiciada mezcla (sub)genérica sigue siendo su fuente de frescura aún hoy, más de 30 años después. El paradigma del zombie instaurada por Romero (especialmente a partir de la fundamental Zombi) es cruzada con la irreverente locuacidad y tortuosa tentación de la poseída Rega de 'The Exorcist', dando lugar a una explosiva mezcla: los poseídos de 'The Evil Dead', con sus rostros convertidos en grotescas máscaras de piel cuarteada y carne lacerada no son sino débiles y moldeables figuras humanas, cuya envoltura de carne y hueso hace gala de una notable vulnerabilidad ante la devastadora fuerza inmaterial de la esencia maligna que habita en el bosque.
El descenso en espiral a los abismos del gore que efectua 'The Evil Dead' no es gratuito. El film de Raimi es hijo directo de la década de la Nueva Carne. El cine de terror de los 80 tomó el relevo de la materialidad de los 70 (donde la amenaza ya no era sobrenatural, sino que lucía una forma muy humana) y convirtió el cuerpo de los personajes en un banco de pruebas donde experimentar con el avance de las técnicas de efectos especiales de maquillaje. Próxima a los parámetros de las casas encantadas, los protagonistas de 'The Evil Dead' no se ven acosados por un catálogo de sucesos poltergeist. Su indefensión es reflejada en su propia fragilidad física. Recordemos momentos tan inolvidables, imbuidos de una atroz fascinación demencial, como aquel en que uno de los poseídos se arranca su propia mano royendo con sus dientes la muñeca o el brutal exorcismo que Ash practica a uno de sus amigos descuartizándole con un hacha. En este sentido, la unidimensionalidad de los personajes, su escaso dibujo psicológico, no es tanto un defecto como una declaración de principios. 'The Evil Dead' comienza con la cámara recorriendo un bosque brumoso, flotando por encima de unas estancadas aguas, hasta que se asoma a un claro desde el cual se ve la carretera, por la que circula en ese momento un coche. La llegada del grupo de jóvenes dispuestos a pasar un divertido fin de semana en una aislada cabaña alquilada en Tennesse es mostrada por Raimi con una cadencia ceremonial: el plano en semipicado que sigue al vehículo mientras recorre el camino hacia el lugar; ese columpio que golpea una pared como si marcara el ritmo del corazón del lugar y que se detiene de repente, de manera maligna. La cámara se sitúa dentro de la cabaña cuando la puerta es abierta por primera vez, con la luz del exterior rasgando unas tinieblas de evocación primigenia despertando a una energía aletargada.
Como indicaba Navarro al comienzo de este texto, el paisaje humano de 'The Evil Dead' no son sino unos meros títeres cuya función es mostrar, por contraste, la superioridad (casi cósmica, lovecraftiana) de las monstruosas fuerzas del bosque: los erráticos movimientos de los personajes enfrentados a los enérgicos travellings que representan el punto de vista (?) del ser (?) que les acosa; los planos generales del exterior de la cabaña, con la luna llena alcanzando un monstruoso tamaño; o ese momento en el que todo el grupo está cenando y, de repente, sin explicación alguna, la puerta del sótano se abre sola, invitándoles (manipulándoles) a entrar en su interior. Su condición de piezas sacrificiales es refrendada en una de las escenas más terribles (e irrepetibles, como demostró el pulcro remake dirigido por Fede Álvarez en 2013) del film: una de las jóvenes siendo violada por el mismísimo bosque, convertido ya en un ente primordial ávido de energía juvenil. Volviendo a la mezcla genérica comentada líneas arriba, 'The Evil Dead' recoge la estructura del slasher, con su grupo de adolescentes encerrados (y aislados) y que son eliminados de uno en uno. Así, el film acaba transformándose en una pesadillesca experiencia subjetiva centrada en el punro de vista de Ash quien va viendo, impotente, como se va quedando solo. En un giro que subraya la crueldad que subyace en las imágenes de 'The Evil Dead', alejándolas así del mero espectáculo truculento, es el mismo Ash quien tiene que eliminar a sus amigos (y a su novia) con sus propias manos (Ash reventando los globos oculares de uno de los poseídos con sus dedos, captado en un terrible plano detalle). El objetivo de las fuerzas malignas del bosque parecen, en última instancia, aislar a Ash para jugar con él y su cordura. De ahí surge un sentido del humor muy negro (lejos de los excesos cartoon y slapstick que se irán adueñando de la saga), concentrado en los endemoniados jóvenes, dispuestos a socavar cualquier vestigio racional. La última media hora del film, con Ash como único superviviente, se convierte en un carrusel surrealista protagonizado por una cámara que se descubre como la última poseída y que, libre de las ataduras racionales de una praxis cinematográfica ortodoxa (lógica), da rienda suelta a una serie de proezas estilísticas (el brutal plano contrapicado, situado bajo los pies de Ash; y su contrapartida, ese travelling cenital en el que, cada vez que pasa una viga, suena un extraño zumbido) cuyo objetivo es llevar al indefenso humano superviviente al terreno de la demencia, distorsionando sus sentidos espaciales y temporales. Como su último plano indica, 'The Evil Dead' es un festival del Mal, en el que los personajes son meros figurantes. De ahí la electrizante energía que, a día de hoy, sigue transmitiendo sus imágenes y la desazón que sigue atenazando al espectador que se acerca a ellas, atrapado en el interior de una cabaña convertida en una puerta a un abismo de caos y destrucción en el que las normas con las que asociamos la narrativa cinematográfica han sido gozosamente abolidas.
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