Rock the Kasbah - Barry Levinson - Estados Unidos
5/10
Richie Lanz (Bill Murray) es un promotor musical caído en desgracia. Sus días de gloria con Madonna, Stevie Nicks y compañía han pasado a mejor vida. Actualmente vive de timar a jóvenes promesas y de representar a su única cliente, Ronnie (Zooey Deschanel). Será en una actuación de su representada, donde un desconocido les ofrecerá una gira por Afganistán para animar a los tropas americanas (vamos, como Marta Sánchez en plena Guerra del Golfo). Sin pensárselo dos veces, Richie y Ronnie volarán rumbo a Kabul para relanzar la carrera de ambos. Allí, la estrella en ciernes no se lo pensará dos veces y, ayudada por Bombay Brian (Bruce Willis), se volverá a Estados Unidos dejando colgado a su representante sin dinero ni pasaporte. A partir de este momento, Richie irá interactuando con una galería de personajes compuesta en gran medida por despojos de la sociedad americana que han buscado mejor fortuna en el Lejano Oriente. Barry Levinson ('El Secreto de la Pirámide', 'Good Morning Vietnam', 'Rain Man', 'La Cortina de Humo'), nos presenta un producto tan irregular como su carrera (no nos olvidemos que Levinson también dirigió engendros tales como 'Envidia' o 'Bandidos'). Lo que en principio parece que va a ir por los derroteros de la comedia absurda, su premisa bien lo merece, pronto muta en algo totalmente distinto. La primera parte de la película bien pudiera ser un homenaje a 'Jo, ¡que noche!' (1985, Martin Scorsese), con Murray en plena noche 'kabulina', intentando conseguir dinero y un nuevo pasaporte, acompañado por una suerte de traficantes de munición (interpretados por Scott Caan y Danny McBride) a lo Cheech y Chong. También conoceremos a Merci (Kate Hudson, 'Casi Famosos'), prostituta americana que también se gana las habichuelas en la capital afgana. Pero como decíamos anteriormente, a mitad de película, la loca comedia que podría haber sido da paso al drama cuando Murray descubra a una joven pastún de voz angelical y la quiera convertir en la nueva sensación del Operación Triunfo afgano. Inspirada en un hecho real, toda la segunda parte del film tiene una pátina de ñoñería que acabó por matar las pocas posibilidades que le estaba viendo al film. El cinismo de Murray acaba quedando diluido entre sus buenas intenciones, la comedia se convierte definitivamente en dramedia y cualquier intento de profundizar en la cultura del país se convierte en una colección de tópicos juzgados por la superioridad moral del moderno hombre blanco del primer mundo. Resumiendo, un pastiche de géneros con un Bill Murray totalmente desaprovechado tanto por su director, como por su guionista Mitch Glazer (el cuál si supo sacarle partido en 'Los Fantasmas Atacan al Jefe').
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